viernes, 15 de mayo de 2015

6 eran 6

Vivían juntas,tensas y prestas a mover el aire a su alrededor conformando quizá una suerte de capo laboro que perdurase en el imaginario colectivo de aquella estancia en la que convivían con lamina de madera, tubos, pedazos de piel y otros utensilios que, su creador, utilizaba entre sus manos día a día en su taller, seis tipos distintos, emparejados 3 a 3, recubiertas de acero las unas y desnudas las otras todas ellas a merced de la primera mano diestra en el tañido.

Presas en el puente y retorcidas en una cruel tortura sobre las clavijas de hueso, reposaban una vez adquirida la frecuencia justa, posesivas, afirmativa, cálida, replicante o cantarina, de manera tal que bien dispuestas y en el orden preciso, podían ser tan bellas como su amo decidiese o tan horribles como el alarido de un hombre agonizando en el cadalso, todo ello separado por un sutil y fino hilo de seda llamado a ser el determinante esencial de su vida sobre la caja de marra barnizada y bien tratado por el maestro carpintero capaz de ofrecer sus curvas ante una muchedumbre ansiosa de arte.
6 eran 6, hasta que cuatro, se rompió.

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