viernes, 10 de julio de 2015

Photoshoot con Cande Balboa


Rodearse de gente talentosa siempre resulta positivo y para muestra, aquí podéis ver el resultado de la sesión fotográfica con Cande Balboa Fotografía.






Vestuario: Irene Varela Estilismo: Lualla Staff 




Peluqueria: Macb, Rebecca Montado

miércoles, 8 de julio de 2015

Pasos





Tarde de sol en los callejones y pasos, pasos sordos. Tras de si quedaba aquella edificación de tonos tierra que en otro tiempo que, nadie de su generación recordaba, salvo por los comentarios nostálgicos de los mas ancianos, de aquellos que todavía podían evocar el ya apagado modernismo de una urbe obrera que, como tantas otras, había permitido que los setenta fagocitasen la hermosa arquitectura de aquellos locos años 20.

Pasos, pasos sordos que había comenzado a escuchar nada mas apartar la vista de aquella jaula floral, una contención ante la inminente explosión cromática de geranios y petunias, los gatos acompañaban cada uno de sus pasos y mas de uno, atrevido y presumido, posaba durante los momentos en que él, móvil en mano, engordaba su lista de instantáneas de Instagram. A su derecha, un viejo rodillo tricolor acompañado de unas jambas de cemento raído con restos de la que había sido la pintura de referencia del lugar en el que el viejo, ya muerto, barbero, pasaba a navaja las barbas ralas y descuidadas de los marineros que, antes de satisfacer sus mas bajos instintos con las meretrices de la calle contigua, se adecentaban para ganarse el favor de la puta mas agraciada del lupanar, hogar de aquellas mujeres que fumaban y esperaban que, la profesión mas antigua del  mundo, todavía hoy sin regular a nivel laboral, las llevase a hechizar con sus vaginas, sabias en el amar, a uno de aquellos hombres que las cortejaban a cambio de unos reales y, quien sabe, algún tonto enamorado las pusiese un piso, igual a la prima de la Jacinta, aquella a la que el sacerdote llamaba su sobrina.

Pasos cada vez mas sordos, apagados por el rumor del agua cayendo sobre las piedras de la fuente que presidía aquella plaza sin nombre, enfrentada a aquel árbol estéril que lucía orgullosos en el blasón urbano flanqueado por la torre del homenaje de aquel castillo desaparecido tanto tiempo atrás.

Y allí, frente a la fuente, sentado junto al eterno invidente sedente, sus pasos dejaron de oírse, solo el lejano zumbido de la sirena de la ambulancia que jamás llegaría a tiempo de reanimarlo.

Sin embargo, él era feliz, desde lo alto de su dragón de bronce, disfrutó como un niño pequeño ante la expectación creada por su repentina muerte a toda aquella gente, ávida de morbo a la que nunca antes había visto en su vida, en aquella tarde de febrero bajo el sol. 

La memoria de los pies. Diario de un anormal. Presentación de la 6ª Edición

     Hace 10 años y 6 ediciones de una idea  Que cambió todo. Hace 10 años que decidí ser anormal. Así se lo hicimos saber al mundo con la a...