Aparece el gran monstruo, ese que duerme aqui, es que nunca se va pero, que sale sin anunciar su llegada.
Pero ahora ya no cierro los ojos... espero a que tome asiento y escucho atento por que habla muy bajito, tanto, que sólo yo lo puedo oir.
Después, igual que llegó, se fué. Y entonces sucede.
Crezco. Y mis pies, se vuelven de plomo.
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